Santiago Sosa tenía todo planeado

Santiago Sosa tenía todo planeado

La historia de Santiago Sosa en las últimas semanas es una de esas que, dentro del fútbol profesional, escapan a los parámetros habituales de recuperación, prudencia médica y tiempos lógicos. Es, también, un testimonio del carácter de un futbolista decidido a no resignarse ante una lesión.

 

La historia comenzó el 22 de octubre, cuando Santiago Sosa sufrió una cuádruple fractura en la zona orbital. Una lesión severa, dolorosa y de alta complejidad, que requiere cirugía inmediata y, en la mayor parte de los casos, reposo prolongado. Sin embargo, apenas un día después, el mediocampista tomó una decisión que sorprendió incluso a su entorno: al llegar a Buenos Aires, fue por su cuenta a comprar una máscara protectora, convencido de que ese sería el camino para volver a jugar lo antes posible.

El 24 de octubre, tras ser evaluado por cirujanos y oftalmólogos, la sentencia médica fue clara: no podía jugar, debía operarse y esperar. La gravedad de la lesión implicaba riesgo para el ojo y cualquier golpe podía generar consecuencias irreversibles. En ese momento, Sosa sacó la máscara de su mochila y expresó su deseo de jugar la revancha antes de operarse. La respuesta de los especialistas fue contundente: era imposible.

Lejos de frustrarse, el mediocampista inició un proceso de recuperación tan llamativo como admirable. Dos semanas después, ya estaba entrenando con esa primera máscara, aún cuando la visión era defectuosa y la incomodidad evidente. Fue entonces cuando decidió confeccionar una nueva protección, hecha a medida, con la que finalmente se sintió apto para competir.

Y así, contra los diagnósticos, los pronósticos y hasta la lógica, apenas 29 días después de la operación, Santiago Sosa volvió a las canchas y no solo jugó ante River, también fue figura mostrando la entrega y determinación que lo caracterizan. Su caso ya es señalado puertas adentro como un ejemplo de profesionalismo y resiliencia.

 

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